Para un susto o un tamal
entero o partido a la mitad
recién hornado, frío o pasado por el comal
en la CDMX un bolillo siempre te ha de acompañar.
Con o sin migajón, él te sabrá consolar
y si le pones frijoles, lo vas a amar.
Gracias, bolillo, por siempre estar
y ser un apapacho entre el caos de esta ciudad.
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¡Muchas gracias por leer!
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