En días que ofrecen caos, incertidumbre y muchas dudas, siempre se necesita un refugio, tierra firme, en el que recobremos el centro y recordemos las razones por las que diario decidimos ponernos de pie y avanzar.
Ese abrazo, ese beso, esa palabra, esa presencia que se convierte en luz y motivación, que nos llena de fuerza y nos hace volver a creer que todo es posible.
Cuando siento que el mundo se viene abajo, cierro los ojos y me sostiene una certeza: existes.
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