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Siete años después, te sigo extrañando



Hoy se cumplen siete años de aquel día en el que comenzó mi miedo a contestar llamadas.

Siete años de aquella tarde en la que levanté la bocina del teléfono para escuchar la voz de un hombre desconocido decirme que José Camilo Islas había sufrido un infarto al miocardio y se encontraba en una funeraria de Tlalpan.

Se cumplen siete años del día en el que descubrí que podía llorar más de 12 horas seguidas.

Siete años de haber perdido a la persona que me enseñó a ser humano, en toda la extensión de la palabra.

Se cumplen siete años de aquel 21 de abril en el que se fue ese tío que me gusta presumir, porque fui un afortunado de tenerte en mi vida.

Ojalá hubiera tenido la suerte de invitarle una cuba en mi departamento, para que supiera que lo que me enseñó, sirvió para seguir creciendo.

Seguro por él hasta le habría agarrado el gusto a tomar tequila.

Me hacen falta sus consejos, pero él puede tener por seguro que a diario intento ser aunque sea un poco como le habría gustado que fuera su sobrino más joven.

Mi sábado comenzó redescubriendo mi capacidad de llorar en público.

Allá, en el lugar donde mi tío se encuentra, le fui a dejar flores, lágrimas y recuerdos.

Hoy es un día de esos.

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