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Me quedaste a deber una lucha, Wagner



Cayó la máscara de Dr. Wagner Jr., uno de esos luchadores que admiré en mi infancia, seguí en mi adolescencia y aplaudiré hasta que deje de gustarme la bendita lucha libre mexicana.

De Torreón, hijo de un luchador legendario, Wagner Jr. siempre enciende las arenas. Como rudo o como técnico. «Bien, bien, bien, bien, bien» o «mal, mal, mal, mal, mal». En su casa y con su gente, se le respeta.


Personalidad, buenos movimientos y un manejo envidiable del micrófono lo convierten desde ya en un personaje que, a pesar de haber tenido que revelar su incógnita, seguirá viendo el antifaz de su máscara replicado en cientos de playeras, muñecos y rostros de aficionados. No importa la edad. A él lo admira mi papá, mi sobrino y yo.

Dr. Wagner Jr., o mejor dicho, Juan Manuel González Barrón; no todas las palabras que te puedo dedicar a escasos minutos de haber perdido la lucha más importante de tu vida pueden ser de admiración; tengo un reclamo para ti.

Comencé a seguir tu carrera cuando pertenecías al Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL). Eras de los pocos rudos que admiraba. La primera vez que mi papá me llevó a la Arena México tú estabas programado en el cartel, contra Canek.


A pesar del nervio que me invadió por estar en las primeras filas de un lugar que veía cada semana en la tele, cuando te vi salir al cuadrilátero te aplaudí y grité tu nombre hasta el fin del combate.

Mi papá también fue el encargado de llevarme por primera vez a la Arena Coliseo, ese embudo enclavado en el corazón de la Lagunilla. Ahí también estabas programado. Cuando llegaste, me acerqué al pasillo, pude estrechar tu mano y te dije con emoción: «eres el mejor».

Como técnico, tuviste rivalidad con Los Perros del Mal y te preferí a ti, aunque nunca concretaste una lucha de apuesta con el Hijo del Perro Aguayo; como rudo, hiciste lo propio con Místico (hoy Carístico) y ahí también te apoyé a ti, pero nos dejaste con las ganas de una lucha máscara contra máscara. Qué decir de tu pleito con Atlantis, ninguno de los dos se animó.

Tus constantes cambios de bando no mermaron mi admiración por ti, pero cuando sí sentí que me traicionaste fue cuando apareciste en una función de la AAA. Siempre hablo mal de esa empresa y tú, mi ídolo, ahora estabas ahí.

Por tu culpa asistí a funciones de esa compañía. Las dos en el Palacio de los Deportes, en ambas representando a México; primero un mano a mano contra Rob Van Dam, después haciendo tercia con Solar y Blue Demon Jr. en lo que llamaron "Lucha Libre World Cup". Tu tercia quedó en cuarto lugar.


Después regresaste al terreno independiente y te volviste a encontrar con tu eterno rival. Sí, tenemos que hablar de L.A Park, porque ese personaje es la base de mi reclamo.

Para nadie es un secreto que ambos están en una edad que los hace pensar en el retiro, por lo tanto la ansiada lucha de apuesta no era un disparate. ¿Te imaginas el cartel? Seguro la hubieran anunciado como "La lucha del siglo", la rivalidad más candente al fin llegaría a su fin.

Pensar en una Plaza de Toros México a reventar no sería una locura. Si ganabas la máscara de L.A Park te podías haber retirado como el máximo ídolo de la lucha libre mexicana de los últimos años. Si perdías, pudiste haberte ido con la satisfacción de haber entregado tu incógnita frente a otro gran luchador, en una lucha que todos esperaban, frente a tu rival más odiado.


Pero no. Me quedaste a deber esa lucha.

Te conformaste con ser protagonista de "la lucha de la década", frente a un rival que usa una máscara de látex, que demostró tener menos recursos que tú y que el público no identifica como tu más grande enemigo.
Y lo peor: en el evento estelar de una empresa que sigue sin gustarme.

Aunque he de reconocer que te respetaron. La lucha fue bien llevada, sin intervenciones ni protagonismo del réferi. No podía ser para menos; les entregaste tu máscara. La máscara de un ídolo.

Una pequeña parte del niño que sigo conservando sufrió al verte llorar mientras decías tu nombre y edad.


Gracias por los buenos momentos y ten por seguro que te iré a ver luchar ahora que te presentes con el rostro al descubierto. Te voy a aplaudir y seguiré pensando que eres el mejor, pero también tendré que decirlo, aunque sea en voz baja: me quedaste a deber una lucha.

No hay duda, es una noche triste para mi yo aficionado al hermoso deporte-espectáculo de las llaves, contrallaves y costalazos.

Y sí, estoy loco, ¿ustedes?

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