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La radio y el porqué de su magia

Quiero comenzar este ejercicio de interacción con el lector proponiendo un trabajo de imaginación: 

Pensemos que hace exactamente cuatro minutos acaba de ocurrir un sismo que hizo cimbrar las ventanas y por nuestra mente pasaron todas las personas a las que les debemos una disculpa. 



Un temblor de esos que hacen imaginarnos lo peor y entrar en pánico; que nos obliga a llamar a nuestros seres queridos, saturando las líneas telefónicas alargando así los momentos de incertidumbre. Un temblor de esos.

Luego de la agitación, la calma regresa cuando vemos a nuestros vecinos más serenos, tratando de tranquilizar a la señora que atraviesa por un ataque de ansiedad, mientras los niños se juntan en bolita para intercambiar opiniones sobre qué vecino se veía más espantado y reír escandalosamente, haciendo que el sonido de sus carcajadas vaya ahuyentando el miedo a una réplica.

La tranquilidad trae consigo la curiosidad, el hambre de saber de cuántos grados fue, dónde ocurrió el epicentro, en qué parte de la ciudad se sintió más fuerte, ¿En dónde podremos enterarnos de esos detalles? 

¿Internet? Quién sabe, pero seguro Twitter y Facebook ya están inundados de memes y una que otra teoría de la conspiración que tiene como principal protagonista a los líderes perversos del universos y un juguetito llamado HAARP. Paso.

¿La televisión? Podría ser, siempre y cuando el conductor que fue sorprendido con el temblor ya haya superado los nervios y los reporteros dejen de mandar imágenes tomadas con su celular desde afuera de las televisoras o los alrededores de sus casas.

Hay otra opción: la radio. 

Ahí siempre hay una voz que nos hace sentir acompañados. Seguro tendrá más detalles de lo que acaba de ocurrir y, si no hay más de qué preocuparse, lo mencionará con tranquilidad y amabilidad tal que nos hará sentir seguros y más confiados.

Es cierto, la radio carece de imágenes, pero cuenta con algo más poderoso: estimula la imaginación. Por medio del sonido y del mensaje; lo que se dice y el cómo se dice. La radio le permite al que la escucha viajar, pensar, soñar y ver más allá de lo que sus ojos le permiten.

Tan seguro estoy de esto que apuesto lo que quieran a que el ejercicio de imaginación que les propuse líneas más arriba funcionaría perfecto si en lugar de leerlo se escuchara sin previo aviso en alguna estación radiofónica. Orson Wells y la Guerra de los mundos me respalda. 

Y aunque ese episodio histórico haya sucedido hace más de 77 años, la radio conserva esa confiabilidad y sigue siendo un medio al cual se recurre instintivamente cuando queremos saber algún hecho con inmediatez. 

Pero la radio no sólo es un medio informativo, el poder imaginativo va más allá. 

Las radionovelas son un ejemplo de ello y mis padres no se cansan de recordar con cariño a Kalimán; cuando platican cómo se reunían alrededor del aparato radiofónico y narran con emoción ese hecho alegre de su infancia, sus ojos vuelven a tener ese brillo que los niños irradian cuando algo los hace felices.

La radio también es un transmisor de emociones. ¿Nunca les ha pasado que, al despertar, sintonizan su estación favorita y justo va comenzando esa canción que los hace salir de la cama con una sonrisa? 

O qué tal cuando estamos enamorados y cada melodía nos hace pensar en esa persona. Y ni se diga cuando el amor acaba y entonces pareciera que los sonidos se convierten en recuerdos que nos remiten, para bien o para mal, a la persona antes amada.

Finalmente, pero no menos importante, la radio inspira. La radio te mueve. Ya sea en cuestiones sociales, encendiendo partes del cerebro que antes no habían sido estimuladas con información sobre temas tan variados que van desde la ecología hasta la historia, pasando por derechos humanos, ciencia y tecnología, hasta curiosidad por el arte y la cultura que la radio es capaz de transmitir por medio de ondas sonoras que entran por nuestros oídos y se clavan en el corazón.

La radio inspira a otros tantos a seguir su sueño, aunque eso implique abandonar una carrera de esas que prometen que te dejarán mucho dinero en el futuro. Inspira a estudiar eso que te mueve, a prepararte, a insistir, a probar, fallar y volver a intentar, a seguir el sueño de lograr generar emociones con la voz y el sonido, inspira a crear para mover a más personas y seguir haciendo de la radio el medio ideal para soñar e imaginar.

Ese es el poder de la radio: la infinita posibilidad de soñar e imaginar.



El texto que acaban de leer pretendía ser el borrador de un ensayo que tenía pensado mandar a un concurso. Antes de mandarlo, le pedí a mi gurú-sensei-guía de la producción radiofónica que lo leyera y me diera su opinión. Amablemente accedió, pero yo, por una u otra razón, fui postergando la tarea de corregir, hasta que lo olvidé.

Cuando recordé el asunto, me di cuenta que la fecha límite acaba de terminar, es por eso que decidí publicar en éste, mi humildísimo blog, la versión borrador. 

Y ya, eso.


Y sí, estoy loco, ¿Ustedes? 

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